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Esoterismo

                                                      A L..G..D..G..A..D..U..

 

                                   ORIENTE DE MENDOZA, NISSAM 11 DE 6.020 (v.l.)

                                     EL ESOTERISMO EN LA MASONERIA

V..M..Q..Q..:

 

 

                 El mundo no subsiste, sino por el secreto.

                                     Sepher ha Zoar

 

 

La palabra Esoterismo proviene del griego ei sotheo, que significa literalmente “yo hago entrar”; y de “esoterikos”: interior, tiene la raíz sánscrita “en”: dentro. Fue utilizado por Aristóteles en sus “Diálogos públicos” en el 348 A.C., pero fue conceptualizado recién en el 208 D.C. por Clemente de Alejandría, en su obra “Stromata”, posteriormente su discípulo Orígenes utilizó el sustantivo esoterismo para designar el conocimiento que, en forma de doctrina, las escuelas iniciáticas griegas entregaban a sus iniciados.

Simbólicamente es revelar una verdad escondida, un sentido oculto. Todos estos sentidos significan exactamente una Doctrina Secreta, aislada del exterior y comentada “de labios a oídos”.

El sustantivo esoterismo se refiere al “conocimiento velado por el simbolismo y que permanece oculto por su propia interioridad, constituye la “Enseñanza Sagrada”, en relación con la estructura y función de nuestro Yo o “personalidad”; se refiere a lo interior y trascendente que existe en cada ser, lo que Platón llamó ideas o arquetipos, y que Karl Jung desarrolló como inconsciente colectivo y al que nos referimos como nuestra “chispa divina” o ruido cósmico.

Esotérico es el adjetivo que designa lo relacionado con el Esoterismo o “lo interior” del individuo, en nuestro caso, consideramos lo esotérico iniciático como el método para lograr el conocimiento de la “realidad interior”. Este método es solo viable mediante la aceptación doctrinal de la Unidad Trascendente, lo que nos permite acercarnos al conocimiento de la Verdad; pero además el método esotérico es solo accesible a algunos, no por gusto, sino por naturaleza; a esta naturaleza individual la llamamos cualificaciones.

Este método, que se adquiere únicamente por la vía de la Iniciación a través de una Organización Regular y Tradicional, es el único método utilizable para desarrollar la gnosis o conocimiento intuitivo de la Verdad.

El Conocimiento Secreto es diferente del conocimiento que se discute. El Esoterismo es para las personas con captación intuitiva. La Iniciación es el Rito, el Esoterismo es la Doctrina, el Conocimiento (la Gnosis), no se da, se suscita.

Cuando se hace referencia a argumentos suprarracionales por medio de expresiones dirigidas al intelecto, lo que se intenta es provocar en el Iniciado un súbito reflejo intuitivo de la Verdad.

Con las enseñanzas que nos aporta el Esoterismo vamos reconociendo los símbolos arquetípicos iniciáticos, y esto nos permite ir educiendo la Verdad. Otra forma de lograr una iniciación, más limitada, pero posible, es la vía del sufrimiento, en tanto y en cuanto el mismo sea llevado a nivel de consciencia.

“Lo esotérico”, como método de instrucción simbólica (instruir del gr. in+strure: construir por dentro) nos acerca al esoterismo, o sea los conocimientos velados por el simbolismo, presentes en las doctrinas referentes a la Unidad Trascendente, que hacen “aflorar” conocimientos intuitivos no aprendidos; de allí el método esotérico nos orienta en este camino y por medio de la intuición vamos penetrando en los misterios del hombre y del mundo.

La Mas.., ya en el ritual de primer grado, afirma que por la vía de la razón se puede acceder a la verdad, pero en momento alguno hace referencia a otros métodos de conocimiento, tales como la intuición y aún la memoria biológica, en tanto traigamos a la misma a un nivel consciente. Esto aparece claramente cuando podemos acceder, por ejemplo, a los deja vu, pudiéndolos reconocer como tales.

La intuición acepta a priori, lo Único y el Equilibrio Universal, presentado todo ello como Unidad, es por lo tanto un conocimiento intuitivo universal y sintético. La razón no garantiza ninguna certeza en cuanto a la realidad de sus conclusiones; ella es discursiva y deductiva, pero inútil para llegar a las causas primeras, ya que para ella un hecho no observable o mensurable, carece de existencia.

En efecto, si es lógico respetar los principios de la razón, lo que no está en discusión, no lo es menos restringir sus límites. “Todo sistema es verdadero en lo que afirma y falso en lo que niega”, decía hace tiempo Leibniz, uno de los fundadores del cálculo infinitesimal.

 

Toda negación priva a la realidad de una parte de lo posible, que la ciencia debe esclarecer. No es, por consiguiente, razonable reducirla a sus aspectos racionales y técnicos, por valederos que sean en sus dominios.

 

La historia antigua del hombre primitivo también pertenece a la ciencia. ¿No se percibe en qué medida el hombre actual, viviente y total, es en gran parte primitivo y en qué medida sus exigencias siguen siendo arcaicas e irracionales?

 

Desde un punto de vista simplemente técnico, la máquina más perfecta no suprime al útil original, o a la función primitiva que pretende reemplazar. El avión supersónico no suprime el uso de nuestras piernas. La calculadora no impide al cerebro del hombre razonar de su grado. La química aplicada a la agricultura debe respetar la ley de las estaciones y la marcha del sol. La logística más ambiciosa debe tener en cuenta a una sensibilidad y espiritualidad que ella no puede satisfacer.

 

Moral, intuición, religión, contemplación, escapan de la mecanización generalizada.

 

Por el contrario, una Ley de Equilibrio Universal exige en compensación de este materialismo general, una libertad equivalente, que se dispense en el polo superior del espíritu.

 

El esoterismo constituye la disciplina que mejor puede cumplir esta función de equilibrio. Su tarea consiste, en primer lugar, en hacer comprender las escrituras sagradas de antiguas civilizaciones, tanto del Oriente como de Occidente, que hasta el presente han podido parecer incomprensibles arcanos, siendo que ellas correspondían a una realidad permanente de la que sólo la expresión podía parecer arcaica y ocultar su actualidad (en su verdadera esencia). Seguidamente nos permite comprender la naturaleza de nuestra propia Tradición y la aspiración a la que responde.

 

En esta forma los hombres de espíritu más moderno, que han permanecido próximos a su naturaleza originaria para respetar en ellos un mundo desconocido, llegarán a ser aptos para comprender un secreto que sólo les puede ser confiado por alusiones.

 

El Conocimiento no es obligatoriamente un proceso racional lineal y la razón, al igual que una malla más o menos apretada lanzada sobre el mundo de los fenómenos, se apodera solo de aquellos objetos lo suficientemente densos, pero deja escapar aquellos que son más sutiles.

La Intuición intelectual llega a la región de lo suprarracional, como consecuencia rigurosa del pensamiento racional que, obligado a subir a una esfera más alta, es sustituido por una visión universal que concilia los opuestos. La intuición es una manifestación de la Luz Interior, que nos permite captar lo que ya está dado, pero para ello se requiere una preparación previa, precedida por la Iniciación.

La intuición, presente en cada uno de nosotros como parte del todo, es “conciencia común”, que más adecuadamente debemos llamarla “supraconsciente”, no inconsciente o subconsciente colectivo como lo llamó Jung, ya que se encuentra en un plano trascendente y por lo tanto no en un plano inferior, sino en un plano muy superior a nuestro “conocimiento” de lo cotidiano; este supraconsciente se corresponde con la Neshamah en lenguaje Kabalístico.

El intelecto o intuición intelectual es evidencia interior de las causas, y precede a toda experiencia, constituye el medio de aproximación al Conocimiento de los principios del Orden Universal; el intelecto, en consecuencia, se mueve en el orden de la unidad totalizante.

Los símbolos arquetípicos son los medios para hacer llegar a nuestra realidad conocimientos trascendentes presentes en el supraconsciente, actuando como “reflejos” de la Verdad Universal.

El objeto del método esotérico es la elevación del sujeto, produciendo un efecto trascendente, que mediante el uso de la intuición logra la visión universal totalizante. Esta visión totalizante transforma al sujeto en objeto, ya que le exige el compromiso personal de incorporar en su conducta los conocimientos que le aporta el esoterismo, y solo con su puesta en práctica, puede avanzar en este sendero.

La Masonería, en los tres Grados Azules, cubrió inicialmente lo que corresponde a una Iniciación de Oficio; posteriormente se le superpusieron elementos propios de la Iniciación Regia o Caballeresca.

El nivel de conocimiento del esoterismo al que se accede en la Iniciación Regia es el del Hermetismo, y su puesta en práctica se desarrolla como la Alquimia Interior, “Arte Real” o “Ars Regia”.

Esta práctica iniciática consiste en la transmutación simbólica del Plomo en Oro y en el conocimiento y práctica de las Ciencias Tradicionales Secundarias, incluyendo el manejo de los Cuatro Elementos sutiles. En ambos niveles del esoterismo (iniciaciones de Oficios e iniciaciones Caballerescas) se establece un paralelismo entre Ciencia masónica o conocimiento iniciático y Virtud o conducta iniciática.

Se podría afirmar que la Masonería. se refiere al Conocimiento o doctrina aportada por el esoterismo como Filosofía Oculta o Filosofía Hermética, y a la práctica o desarrollo de estos conocimientos, como Arte Real. Los cambios conductuales que debe realizar el Iniciado, son persistentemente presentados como cambios imprescindibles para lograr la Virtud.

De esta forma la Mas.. nos presenta el Arte Real como la práctica del cúmulo de conocimientos presentes en la Filosofía Hermética, a los que únicamente se accede mediante el desarrollo de las Ciencias Tradicionales;  y solo después de lograr los objetivos consignados en cada grado, podremos conocer el misterio oculto en el Grado siguiente.

La Mas..  no se plantea el problema de la deidad, ya que los símbolos arquetípicos iniciáticos que evidencian lo Único, son educidos de cada individualidad, pudiendo cada uno de nosotros considerarnos gnósticos, deístas o ser participantes en cualquier religión, todo depende de nuestra Luz interior y de como ella ilumine.

El esoterismo, mediante la doctrina de la Unidad Trascendente nos enseña que todos poseemos una chispa interior que proviene de la Luz Universal y Única, lo que constituye nuestra estructura personal o interior, y el esoterismo nos guía en su reconocimiento.

Desde nuestro ingreso en la Mas.., el Cuarto de Reflexión nos enfrenta a la duda metafísica primaria: de dónde venimos, a donde vamos, quienes somos. Duda que ha acompañado al hombre desde sus inicios, como afloramiento del supra-consciente y que se encuentra plasmada en la Esfinge, expresión simbólica de la estructura de la personalidad.

Estas circunstancias y desde nuestro primer día en la Orden, nos enfrentan al concepto simbólico de la muerte, desde un punto de vista ontológico.

Solamente dilucidando el significado esotérico de la muerte, podremos acceder al conocimiento de la misma ya desde un enfoque físico, pudiendo entonces vencer el terror a la misma, por su desconocimiento y en alguna forma descubrir el arcano de la vida eterna.

Es nuestro deber trabajar diariamente para poder utilizar y participar en todo lo esotérico, que nos conduce a nuestro interior, todo ello como una obligación en la Masonería, la que se evidencia, al tener ineludiblemente que transmitirla grado a grado desde el primero y sucesivamente, apareciendo en consecuencia el viejo adagio hierofante que reza “Nadie pueda dar lo que no tiene”, debiéndose en consecuencia tratar de acceder a lo Esotérico desde el primer día posterior a la Iniciación.

Por ende, esta obligación de dirigirse hacia la Sabiduría, se torna ineludible para el Masón y en ello, el Esoterismo es base y fin de este largo y se podría afirmar, interminable camino a transitar como Iniciados.

CIENCIA-JUSTICIA-TRABAJO

 

Ricardo Puebla

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